-Nenico, de tí puedes decir lo que tu quieras, pero recuerda que la última palabra la tiene tu obra.
Con estas palabras aleccionaba D. Vicente Ros a sus discípulos.
 

Breve Autobiografía Desde muy pequeño me atraía todo cuanto fuera
de color, entonces no tenía conciencia de aquel fenómeno, muchos años después entendí o intuí el porqué.
Mis primeros pasos en el arte fue de la mano de un escolapio que me enseñó el truco para que las serpentinas  que formaban una  greca romana, pareciesen que unas pasan por debajo de otras, aquello a mí me entusiasmó y no  sé si  entonces tenía conocimiento exacto de lo que aquello supondría para mi futuro, lo que sé ahora es que desde ese momento empezó mi amor con el arte, entonces tenía siete años. De esos recuerdos paso a los de la guerra,
donde sufrimos hambre y miseria, hasta que finalizada la contienda nos trasladamos a Cartagena, donde resido desde entonces.
Aquí nace en mí, con fuerza, ese amor por el arte. Empiezo en solitario a pintar, con lo que puedo, dada nuestra estrechez econom1ca y mis escasos conocimientos, dibujo en todos aquellos soportes que caen en mis manos, papeles, cartones, maderas, etc... y hablando de maderas, un vecino que tenía una carpintería propone a mi madre que yo fuese su aprendiz, la necesidad hizo el resto.
 

Mi primer día en la carpintería, sería el estreno de hacer cuñas y tacos, por cierto el taller de carpintería estaba en la calle San Bazar, en pleno molinete. Cuando el maestro salía a visitar clientes, yo aprovechaba para dibujar en los tableros que encontraba a mi alcance y que luego escondía tras una pila de tablones, pensando que allí no los vería el maestro. Al poco de estar en aquel taller, D. Alfonso, que así se llamaba el dueño, le dijo a mi madre, u:María, tu hijo no será carpintero, pues me tiene todas las lutermas llenas de dibujos".
Salí de aquel taller y de la mano de mi madre, entré a trabajar como aprendiz en el taller de Pepe Sánchez, yo sabía que allí trabajaban dos artistas que yo admiraba.
El pensamiento de un niño (pues yo tenía diez años) voló asistido por la ilusión, pues pensaba que cuando vieran que yo sabía dibujar me pondrían con D. Francisco Rambal y D. Antonio Godínez, los dos artistas que yo admiraba.
Nada de esto ocurrió, pues me mandaron al sótano con los aprendices, allí limpié cacharros, brochas y batí cola para temple, ejercicio éste que a mí me daba verdadero asco, aquel fin de semana cobré mi estipendio y me despedí  de aquel lugar. Cuando llegué a mi casa y le dije a mi madre que me había despedido, fue el lamento y crujir de dientes, pero la calmé diciéndole que yo me buscaría un nuevo taller y así fue, pues yo tenía ojeado otro en la calle San Fernando, que era pequeño, pero a mí me gustaba y allí dirigí mis pasos, pregunté a la secretaria por el maestro y me presentó a él.
 

Este se llamaba D. Alfonso Cepillo, le pedí trabajo y se quedó mirándome... y al cabo me dijo:
- ¿Nene, no eres muy pequeño para pedir trabajo? ¿Acaso no tienes Padres?
-Sí señor, que los tengo, pero mi padre es marinero y navega, y mi madre está en las tareas de la casa.
- Bueno - me contestó - dile a tu madre que mañana venga contigo y hablaremos.
Al día siguiente habló con mi madre y me dio el trabajo.
Empecé a trabajar como en el otro taller, me mandaron al almacén, pero aquel almacén no era como el sótano anterior, allí había un caballete, cacharros de pintura, pero pintura de verdad y pinceles, muchos pinceles, aquello me alegró el corazón.
Aquella tarde, cuando terminé mi jornada, le pregunté al maestro si yo podía usar el caballete y las pinturas.
- Sí hombre, si quieres pintar usa el caballete y los pinceles y las  pinturas,  te  dejo la llave  del  taller  y tú  cuando
termines, apaga la luz y cierra y me subes la llave a mi casa que vivo enfrente en el 1º piso.
Ese día fue el más feliz de mi vida.
En ese taller aprendí a componer pinturas y junto al maestro Federico, aprendí el arte de componer textos, hacer repartos de letras, a rotular en cristal, etc.  En ese taller, llegué a ser encargado de un negocio de pintura de coches que ésta firma tenía en Los Dolores junto al taller de carrocería Beltrán-Palma.
 

De éste taller, entré en el estudio de D. Vicente Ros, allí aprendí a dibujar a lápiz y carbón, y a copiar del natural, figuras y bodegones. Dejé el estudio del maestro a los 19 años para el servicio militar.
En el servicio militar, los tres primeros meses fueron de instrucción, terminado este periodo y tras un examen ascendí a cabo eventual y pasé a las oficinas del Batallón de instrucción.
Un año más tarde, era cabo de segunda y dos años después cabo de primera.
Me destinaron a Madrid donde en las tardes acudía al Círculo de Bellas Artes a dibujar, allí conocí un grupo de artistas que bajo la tutela de un catedrático salíamos a pintar al campo, con este profesor aprendí el rudimento de la composición y el color, así como la pedagogía.
Dejo el servicio militar, regreso a Cartagena, monto estudio y contraigo matrimonio con la mujer de toda mi vida y desde entonces ella ha sido mi norte y mi sostén, gracias a su abnegación y sacrificio he podido dedicarme a la pintura y al estudio.
En el estudio, desarrollo la docencia de la pintura y el dibujo, poco después en los Salesianos y posteriormente en la Real Sociedad de Amigos del País.
En ésta época empezaron las exposiciones y los encargos, continuando los ensayos de creación y pinturas del natural, y ésta en síntesis ha sido el desarrollo de mi vida artística, poca cosa, no me atribuyo mérito alguno, el mérito siempre ha sido de las personas que me apoyaron, gracias de todo corazón a todos ellos.
 

"Por sus obras los conoceréis"
En un principio creí que:
YO ERA LO QUE QUERÍA SER
Posteriormente aprendí que:
YO ERA LO QUE ÉL QUERÍA QUE FUESE
Venimos a cumplir nuestro destino.